LA NUEVA ANDALUCÍA

Languidecía la Nueva Córdoba de Montesinos y Castellón recostada sobre el verdi-azul de las aguas del Golfo de Cariaco. Cubagua, la Nueva Cádiz de los españoles, «matriz de pueblos y de expediciones», como la designa Ojer, a causa de la desaparición de los ostiales había ido perdiendo su antiguo poderío. La primera ciudad de Venezuela, insular y perlera, que quiso extender su jurisdicción a la Margarita y a la costa firme desde Paria y Cumaná hasta el Cabo de la Vela, había disminuido en importancia. Necesitada para su subsistencia de Cumaná, de donde se proveía de agua, madera y alimentos, no podía crecer indefinidamente al desaparecer los medios propios de su vivencia, por la explotación inhumana e indiscriminada de sus recursos.

Como su poblamiento y formación estuvo basada en la explotación de sus ostiales, en la disminución de éstos se originó su progresiva decadencia. A ello se añadían las incursiones de las flotillas de Caribes y los frecuentes ataques de los piratas. Escribe Ojer en su obra: «La Formación del Oriente Venezolano», un párrafo muy aplicable a la Venezuela petrolera actual; «Cubagua» vivía preferentemente de las perlas, lo demás, pescado salado y algunos animales montunos, no daban para un buen pasar. El comercio, los modestos astilleros artesanales estaban montados sobre el brillo frágil de las perlas. La riqueza – y es una lección para la Venezuela de hoy – le daba un neto perfil de república importadora. Como acto final, las fuerzas desencadenadas de la naturaleza, a fines de diciembre del año 1541, azotaron la isla y la redujeron a escombros, obligando a sus habitantes a refugiarse en La Margarita y costa firme. «Una tempestad de aguas y vientos que la azotó toda, no dejó en ella casa de piedra» (Informe de la Audiencia de Santo Domingo, fechado en marzo de 1542.). Selló su destrucción total una incursión de piratas franceses en julio de 1543, que dejaron la ciudad en llamas. Siendo Cumaná hija de Cubagua, su proceso ulterior fue lento Hubo un estancamiento en su desarrollo. Era como un punto de algún olvidado, a la entrada del golfo. Se esfumaban los recuerdos, los nombres de Ocampo, Las Casas, Castellón y Montesinos, y borrados de la historia los de Ordaz, Herrera y Ortal, que pertenecían a Paria y Guayana, cuando surge en el año 1569 la primera figura del conquistador y poblador que pisó tierra oriental: don Diego Fernández de Serpa, prototipo del español audaz, resuelto y valiente. Había nacido don Diego en el Puerto de Palos y desde joven se vino a América. Para el año 1524 se encontraba en Cubagua. Conocía la tierra de costa firme. Estuvo con Ordaz en la expedición del Orinoco, de la cual no salió muy bien parado. A su regreso a Cubagua, es encargado de su defensa contra los piratas y durante siete años recorre el Caribe persiguiendo corsarios. Sus ansias de aventura lo llevan desde Venezuela hasta Quito, de donde pasó a Cartagena de Indias en 1564. En el mismo año, regresó a España para reclamar la gobernación de Paria que le había ofrecido Ordaz. Había pasado 48 años en América y reclamaba como premio a sus servicios que se le designase gobernador de la tierra firme de Paria y Cumaná, únicos nombres conocidos de esta geografía.

En efecto, e1 15 de mayo de 1568, se ajusta la capitulación entre Felipe II y el conquistador Serpa, para la conquista y colonización de las zonas de costa firme que comprendían las regiones designadas Paria, Chacopata, Cumanagoto, El Caura y Guayana. Decía textualmente la capitulación: «El girón de tierra que va desde el río Uriaparia – el Orinoco – hasta el morro de Unare, que es de la costa de Píritu. Este territorio a conquistar se llamará la «Nueva Andalucía». Serpa debía conquistar y poblar a su propia expensa, a cambio de ser nombrado gobernador.

En uno de los capítulos se asentaba «que no existiendo buen puerto para desembarcar en la región del Orinoco, el desembarco debía efectuarse por la Nueva Córdoba. Fueron muchas las dificultades que tuvo que vencer para organizar su expedición, pero al fin, allanados los inconvenientes surgidos, levó anclas en el mes de agosto de 1569. Llega a La Margarita el 4 de octubre del mismo año, en los navíos Nuestra Señora del Angel, San Pedro, Santiago y San Vicente, más otra nave que adquirió en Canarias. El 13 de octubre llega a la Nueva Córdoba que estaba despoblada. Este fenómeno no fue extraño a muchas de las nuevas ciudades recién fundadas, donde sus pobladores emigraban a otros sitios, más seguros o que tuviesen más posibilidades de adquirir riquezas. Procede el conquistador Serpa a reconstruir y repoblar la Nueva Córdoba. En ocho días levantó 150 casas de paja y palma, trazó las calles. Con el ritual de la época, le dio nuevo gobierno el 24 de noviembre de 1569. Reza el acta: «En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero, y de la gloriosa Virgen María, Nuestra Señora; del glorioso Apóstol Santiago y de todos los Santos y Santas de la Corte Celestial, el muy ilustre señor don Diego Fernández de Serpa, Gobernador y Capitán General y Conquistador de las provincias de la Nueva Andalucía, por la Majestad Real del Rey Felipe, segundo de este nombre, en presencia de mí, Hernán Pardo de Lago, Escribano de su Majestad y Secretario de dicha Gobernación… (Sigue en relación completa del nombramiento que le hizo el Rey en Aranjuez, el 27 de mayo de 1568, con enumeración de sus títulos, derechos y deberes). «Por ende, en cumplimiento de dicho Título y Provisión Real, que de suyo va inserta e incorporada, y en prosecución de lo que S.M. por él ordena y manda, ha venido a estas dichas provincias y está al presente en esta población que se intitula la ciudad de Nueva Córdoba, la cual como está situada y fundada en parte no cómoda ni conveniente a la salud y conservaci6n de los pobladores de ella; y como éstas, dichas provincias se intitulan la Nueva Andalucía, las ciudades que en ella se situaron y poblaron es su intención que tomen y tengan nuevos nombres, y por estar esta ciudad de la Nueva Córdoba situada en las riberas del río Cumaná, de cuya derivación puede tomar nombre dicha ciudad. Por lo cual, en nombre de S. M. Real y en virtud de sus reales poderes y provisiones y por su corona y patrimonio real, la nombraba y la nombró; mandaba y mandó, que de aquí en adelante, para en todo tiempo de siempre jamás se nombre y llame la ciudad de Cumaná…»

Estos párrafos del acta, modelo de juridicidad de la época en cuanto a los requisitos que debía llenar, como documento comprobatorio de que había sido fundada con anterioridad, ya que en ella se expresa: «La cual como está situada y fundada en parte no cómoda ni conveniente…» y último como a continuación se copia: «Y porque él no hallo en esta dicha población casas formadas ni vecindad ordenada le ha parecido reedificarla y poblarla…». En su repoblación, lo que ha hecho Fernández de Serpa y el acta, se refiere esencialmente al cambio de nombre y a su nueva y definitiva estructuración.

En el mismo acto designó para sus vecinos y moradores 40 españoles casados: 17 de los que halló en la Nueva Córdoba y 23 de los que trajo de España. Al mismo tiempo le organiza un nuevo gobierno: «Y para que la dicha ciudad y los vecinos de ella sean gobernados y mantenidos en justicia, en nombre de S.M. Real, nombró por Alcaldes Ordinarios a Germán López Pedrosa y a Juan Rangel. Por Regidores a Melchor Núnez, Miguel Sánchez Rendón, Juan Domínguez y Alvaro Merchán, como Procurador General a Pedro Alonso y por Mayordomo a Bernal Granados. Inmediatamente después, el Gobernador les tomó el juramento de ley. Firmaron como testigos, Pedro de Ayala, capitán; Alonso García capitán; Bartolomé de Sanguino, bachiller. Firman el acta: Diego Fernández de Serpa, Hernán López, Melchor Núnez, Miguel Sánchez Rendón, Alvaro Merchán, Pedro Alonso. Refrenda, el Secretario, Hernán Pardo de Lago. De este modo, quedó repoblada y denominada Cumaná, la Nueva Córdoba de Castellón y Montesinos, la cual es la continuación en el tiempo de la Nueva Toledo de Ocampo y del asiento misional franciscano de fines del año 1515. Como muy bien expresa Ojer: «Si vamos a atenernos al concepto estricto de fundación, nuestro Gobernador (refiriéndose a Serpa), no fundó a Cumaná. No sólo halló casas hechas y habitadas por españoles, sino que los encontró gobernados por regidores nombrados por la Audiencia de Santo Domingo, de conformidad con una orden expresa del Rey».

Durante el tiempo que Serpa permaneció en Cumaná, procedió a reconocer el territorio bajo su mando. En Araya dispuso organizar la explotación de las salinas, así como su defensa en previsión de los ataques de los holandeses. Comisiona a dos de sus capitanes para explorar las regiones vecinas. Pedro de Ayala recorre el Golfo de Cariaco con l 00 hombres y Francisco de Alava, la región del Sur-Este que riega el río Amana, con 74. Gregorio de Porras se embarca para La Margarita en busca de caballos y ganado. El capitán Honorato de Ortiz fue enviado a explorar la región de los Araucas. Repartió entre sus compañeros las tribus indias que habitaban en las costas del Golfo de Cariaco, realizando así los primeros repartimientos en la región oriental de tierra firme.

Repoblada Cumaná, organizado el gobierno y la administración, Serpa se apresta para realizar la conquista de Guayana que era su meta. Establecida ya una base militar en Cumaná, se apoya en ella para iniciar su entrada a la región de los grandes ríos y del misterioso El Dorado. Ordena al capitán Francisco Martínez establecer otra base militar cerca del río Neverí y allí funda un pueblo que denomina Santiago de los Caballeros a comienzos de 1570, con jurisdicción sobre las provincias de Píritu, Chacopata y Cumanagoto, correspondiente a las zonas limítrofes de Santa Fe, Guanta y Píritu. (P. Ojer. La Formación del Oriente Venezolano).
El historiador Jerónimo Martínez Mendoza, expresa que el fundador de Barcelona fue el capitán Luis Honorato de Ortiz, el cual fue enviado por Serpa «con un navío y veintidós hombres casados con sus mujeres e hijos, a poblar un lugar que le nombraron Santiago de los Caballeros ribera del Neverí, costa de la mar», según relación del mismo capitán en 1570. (Venezuela Colonial. Editada en 1965).
Fundado Santiago de los Caballeros, Serpa se dirigió a ella desde Cumaná, acompañado por un español residente en Margarita llamado Juan de Salas, quien al parecer fue enviado por el gobernador de la isla con la finalidad de practicar espionaje y hacer fracasar la expedición. Esto no debe parecer extraño, si se tiene en cuenta que como en años anteriores Nueva Cádiz, tampoco le interesaba a Margarita el establecimiento en la costa firme de ciudades con gobierno propio. Lo cierto es que Serpa, sospechando de Salas, ordenó al capitán Martínez hacerlo preso.

Regresa Serpa a Cumaná para despedirse de su esposa y retorna a Santiago de los Caballeros. Aquí es informado de la fuga de Salas, quien se refugia en territorio de los Chacopatas. Una parte de la guarnición deserta, tomando el camino de Unare y otros trataron de huir por mar.

Los que pudieron ser capturados fueron castigados severamente. Conocedor el capitán Ortiz de que las tribus indias Chacopatas estaban en pie de guerra instigadas por el prófugo Salas, recomienda a Serpa descartar la conquista por la vía de los llanos, aconsejándole regresar a Cumaná e intentarla por la vía de la Serranía de Bergantín, ya explorada por Francisco de Alava, más difícil por los obstáculos que había que atravesar. Indeciso al comienzo, Serpa se decide por la ruta de los llanos. Exaltadas las tribus por las afirmaciones de Salas, de que Serpa sólo quería apresarlos para venderlos como esclavos, nombran como jefe a Barrasa, indio amigo de Salas. Emboscados, atacaron a Serpa, dando muerte a él y sus mejores oficiales. Apenas 40 hombres pudieron regresar a Santiago. Barrasa pone sitio al poblado y muere de un tiro de arcabuz. Gracias al cacique Cavare, amigo de Serpa, los españoles pudieron trasladarse a Cumaná, en piraguas facilitadas por el citado cacique. Por esta acción de Cavare, la Audiencia de Santo Domingo dictaminó que no podía ser objeto de Encomiendas ni él ni su mujer.

Así terminó la expedición de Fernández de Serpa. Su esposa se trasladó de Cumaná a Margarita y de aquí a Cartagena. Años más tarde, regresaría su hijo Garci Fernández de Serpa a reclamar la gobernación de la Nueva Andalucía, la cual había sido otorgada a su padre, según constaba en la provisión real «Por dos Vidas». Con la muerte de Fernández de Serpa perdió la Nueva Andalucía su primer gobernador oficial con nombramiento real. Fue un gran guerrero y un buen organizador. Fue el primero en ocuparse de las Salinas de Araya, las cuales desde 1542 estaban siendo explotadas por los holandeses, que prácticamente se habían apoderado de la región, manteniéndose en ella por muchos años, cargando de sal sus naves para luego venderla por las Antillas y los mercados de Europa. Fue en 1605 cuando España se decidió enviar una flota a las costas de Araya para poner fin a la usurpación holandesa.

No fue pacífica la continuación de la conquista y poblamiento de Cumaná. Las tribus indias atacaban con alguna periodicidad, manteniendo siempre en zozobra a sus moradores. Tres años después, el 21 de enero de 1572, día de Santa Inés, se produjo un gran ataque por parte de los indios. En efecto, se formó una coalición de las tribus indias de los alrededores que con más de 600 hombres atacan la ciudad en la madrugada del 21 de enero. Sorprendidos los vecinos inician la defensa dentro de las circunstancias no muy favorables, pues a la inferioridad numérica se añadía que la región más vecina poblada de españoles era Margarita. La distancia era larga y los medios de transporte no estaban preparados debido a lo sorpresivo del ataque. Después de una heroica resistencia fueron derrotados los indios. Uno de los muertos de la ciudad fue el Alcalde Juan Rengel. Por coincidir con el día de Santa Inés se declaró a ésta patrona de la ciudad.
Siendo Gobernador de Cumaná, don Francisco de Vides, el pirata inglés Walter Raleigh, quien había asaltado previamente a Trinidad y a San José de Oruña, en Guayana, habiendo hecho preso a don Antonio de Berríos, intentó asaltar a Cumaná el 24 de junio – día de San Juan – del año 1595, siendo derrotado y muertos un primo suyo y algunos de sus oficiales. Otros fueron hechos prisioneros, siendo canjeados por Berríos y los soldados españoles que Raleigh había capturado en Guayana. Por eso, San Juan también fue declarado patrono de la ciudad.

El día 2 de julio de l591, en su residencia de San Lorenzo de El Escorial, el Rey Felipe, le otorga a Cumaná el título de ciudad, a solicitud de Juan López, Procurador General de la Provincia. Expresa el texto real: «… Y así por la presente, quiero y es mi bondad que ahora y desde aquí en adelante para siempre jamás, el dicho pueblo sea y se intitule la ciudad de Cumaná…». En la misma fecha, el Rey Felipe le hace entrega de su Escudo de Armas, la mitad de él con una cruz colorada en campo de oro y el hueco de ella lleno de perlas, y en lo bajo ondas de mar; y en la otra mitad un tigre de oro rampante, en campo azul y alrededor de dicho Escudo ocho cabezas de águilas y encima la figura de Santa Inés, abogada y patrona de la ciudad…».

 

HISTORIA DEL ESTADO SUCRE
Autor: José Mercedes Gómez ()
Ediciones de la Presidencia de la República – Caracas. 1981